En nuestra época la diversión tanto lúdica como bohemia; el espectáculo; la farándula y el mundo de las luces, son parte de nuestra cotidianeidad como sociedad y como grupo humano que se ha consolidado culturalmente a través de varios siglos. La televisión, las carteleras de cine, el teatro, la vida intelectual, cultural e incluso siúticao snoben torno a algunos cafés o pubs, ferias artesanales, etc., son parte visible de nuestra vida social. En épocas remotas, ello distaba mucho de ser ahí.
Nuestra ciudad fue fundada por españoles que venían junto a Pedro de Valdivia, en octubre de 1550 y es probable que una de las primeras celebraciones que haya tenido lugar, fuese una borrachera acompañada de los tradicionales “brindis a la flamenca”, que consistían en ir bebiendo un trago por cada amigo, pariente o santo que se viniese a la cabeza. No es menor, que una de las imputaciones que se formuló a don Pedro, en su juicio en Lima, haya sido la promoción de estas diversiones.
Los primeros vecinos penquistas construyeron toscas barracas de madera a modo de vivienda y una gran estructura en el interior de una empalizada, para defenderse de los ataques indígenas. En este proto-espacio público, comenzó a surgir la vida cultural, las primeras manifestaciones artísticas, así como también las entretenciones y por supuesto, la vida nocturna. Pese a estar prohibido transitar luego de ciertas horas, comenzó a manifestarse una incipiente vida social, sobre todo tras la llegada de don García Hurtado de Mendoza, quien traería por vez primera, elementos de pompa y boato a nuestra primitiva ciudad, los que se tradujeron en breves protocolos de cortesía y urbanidad, que se fueron incorporando a la celebración de festividades religiosas, así como de santos y parientes, como ya se hacía en la España de los siglos XV y XVI.
De esta manera, comenzarían a desarrollarse las primeras actividades que hoy, serían parte de la agenda cultural: Torneos, Justas, Cabalgatas, Juegos de Cañas y otras diversiones propias de la épica caballeresca. Demás está decir que sólo quienes poseían cabalgaduras podían participar. Mientras, villanos y personas de menor fortuna, entregadas a inciertos destinos, preferían por ello, los juegos de azar como naipes o dados, los que, junto con darles cierta emoción a sus vidas, les permitía ganar algún dinero.
Este tipo de diversiones, en los que se combinaba la marcialidad, vida religiosa, guerra y oportunidad de esparcimiento lúdico, fueron características de todo el siglo XVI y se extenderían hasta la derrota española en Curalaba en 1598. Luego de este evento, se produjo una transición económica hacia la actividad agrícola centrada en la estancia, generando con ello una mayor concentración urbana en villas y ciudades. Por ello, las diversiones y la vida cultural tendrían otros elementos con los cuáles constituirse. Pero eso, ya es parte de otra historia.