Escribir sobre las epidemias en Concepción no es algo difícil de hacer. Las añejas crónicas españolas de la conquista, nos hablan de enfermedades y males que azotaron a la población, generando miedo, culpa y temor en aquellas atormentadas almas que veían venir el infierno debido al pecado y a las malas acciones. Los más lúcidos intentaban procurarse alguna cura y transgrediendo la ley, buscaban ciertos remedios indígenas, a base de “hierbas demoníacas”. Otros sacaban provecho económico encareciendo precios, al punto que, el cabildo, dictaminó penas contra especuladores.
Pestes, Congo, Tifus, Tuberculosis y otras dolencias, fueron preocupaciones de los antiguos poderes locales, quienes, con pocos recursos, buscaban aliviar a la población, sin descuidar por supuesto, el negocio de los amigos.
Sería el Cólera en 1886, la enfermedad que trastornó a la sociedad chilena a finales del siglo XIX, ya que, junto con causar la muerte de unas 40 mil almas según las cifras no oficiales, desnudó por completo la desigualdad económica del país y las condiciones de vida de los más desposeídos, pues miles de familias vivían hacinadas en cuartos inmundos, sin condición higiénica alguna, rodeados de perros y gatos. La romantización de aquella pobreza, se estrella contra el muro de casi un 70% de mortalidad infantil. Se hablaba de cordones sanitarios, toques de queda y clausura de negocios.
En Concepción, sin embargo, el cólera logró ser controlado con inteligencia y ciencia, pues el discurso médico sobre la higiene logró ser introducido en los sectores populares con el auxilio de profesores, párrocos y curanderos populares. Todo un logro para la época.
Hoy, al parecer, volvemos a la misma noria: Apologías de la destrucción por parte de algunos pocos religiosos, ovni-lovers, conspiranoicos y coléricos, médicos intentando dar explicaciones científicas a ciertos sectores de la población que poco cree o bien no tiene interés alguno en la racionalidad, mientras otros buscan por su cuenta protegerse de virus a través de la vida sana, las semillas y los chakras. En fin, cada uno en lo suyo.
Lo que cuesta comprender, es que la rueda sigue girando. La pandemia está siendo administrada con un criterio tecnócrata que bordea el ridículo mientras los negocios, la especulación y la ganancia se mantienen incólumes ante noticias falsas, alarmas y cifras que van y vienen. Concepción seguirá existiendo y cuando esto pase, volveremos a nuestra tranquilidad habitual. ¿Volveremos a ser los mismos?