La población migrante en la Región del Biobío experimenta una tendencia a la baja, según revelan los primeros datos del Censo 2024. De acuerdo con el Instituto Nacional de Estadísticas (INE), actualmente residen 46.933 personas extranjeras en la región, cifra que representa apenas el 2,9% del total poblacional. Si bien se confirma la presencia de una comunidad internacional estable, los números reflejan un retroceso frente al peak migratorio vivido entre 2017 y 2019.
Durante ese período, más de 17 mil migrantes llegaron a instalarse en la zona, concentrando el 38,5% de los ingresos de extranjeros en los últimos ocho años. Entre 2020 y 2022, el porcentaje bajó al 29,3%, y entre 2023 y 2024 sólo un 12,9% de la población migrante se sumó al padrón regional, marcando un declive sostenido.
Desde el mundo académico, se destaca el valor estratégico de la población migrante en Biobío. La antropóloga Gabriela Martínez Muñoz, docente de la Universidad de Concepción, señala que este fenómeno responde a variables económicas, sociales y culturales. “Se trata, en su mayoría, de personas jóvenes y activas que buscan mejores condiciones de vida. Biobío tiene elementos que lo hacen atractivo: universidades, actividad económica y conexión metropolitana”, explicó.
El promedio de edad de la población migrante es de 32 años, con un 64,1% concentrado entre los 15 y 44 años. El grupo etario más numeroso es el de 30 a 34 años. En cuanto al género, un 50,7% son mujeres, y un 49,3% hombres. Este perfil, señalan los expertos, representa un activo clave en una región que enfrenta un progresivo envejecimiento demográfico.
Oportunidad de integración
Para el sociólogo Juan Carlos Santa Cruz Grau, académico de la Universidad San Sebastián, el bajo porcentaje de migración también representa una oportunidad. “La Región del Biobío es una de las zonas con menor proporción de población extranjera en Chile. A pesar de las percepciones, incluso en campamentos, la migración no supera el 6%. Por lo tanto, no constituye un problema estructural”, comentó.
Santa Cruz también explicó que el aumento migratorio registrado entre 2017 y 2019 fue parte de una política nacional. “No fue exclusivo del Biobío. La llamada visa de Responsabilidad Democrática, impulsada por el gobierno de Sebastián Piñera, atrajo a ciudadanos venezolanos en todo el país. No es que hayan llegado y luego se hayan ido de esta región en particular”, puntualizó.
Si bien la baja migratoria no es preocupante por sí sola, Gabriela Martínez advierte sobre la necesidad de autoevaluar las condiciones de integración regional. “¿Estamos ofreciendo a las personas migrantes oportunidades reales? ¿Estamos garantizando sus derechos?”, planteó.
Ambos académicos coinciden en que una baja presencia migrante no puede usarse como excusa para omitir políticas inclusivas. “Es fundamental que las estrategias de salud, educación y vivienda consideren a este grupo. Por ejemplo, muchos colegios han mantenido su matrícula gracias a niños y niñas migrantes. Son un aporte claro a la región”, enfatizó Santa Cruz.
En ese sentido, también se advierte que un bajo índice de migración puede ser reflejo de factores estructurales más complejos. “Una economía regional sin generación de empleo ni dinamismo productivo deja de ser atractiva para cualquier población que busque proyectarse en el territorio”, agregó el sociólogo.
Finalmente, el índice de envejecimiento de la población migrante en el Biobío es de apenas 20,5, muy por debajo del promedio regional. Este dato confirma el potencial de este grupo como fuerza laboral activa y subraya la necesidad de desarrollar políticas de integración sostenibles.
En un escenario de transición demográfica y crisis económica, la baja migratoria plantea tanto desafíos como oportunidades para la región. Lo central, coinciden los expertos, será mirar la migración no desde la alarma, sino desde su potencial transformador.