Hasta el 26 de agosto, en la Sala de Exposiciones de la Ucsc, estará montada “Mi historia de mundo”, exposición de 15 ilustraciones que se desprenden de 15 relatos de personas migrantes de la zona. Iniciativa que marca el inicio del programa Focos Migrantes 2022 y que recorrerá distintos espacios expositivos de la ciudad.
Experiencias de vida, llevadas primero al papel y luego a la imagen, es lo que ofrece “Mi historia de mundo”, muestra de ilustraciones con textos de migrantes residentes en la zona que estará montada hasta el próximo 26 de agosto en la Sala de Exposiciones de la Ucsc.
“Esta iniciativa busca que, a través de un trabajo participativo y vinculante, se visibilice la realidad de los artistas migrantes en la Región. Consideramos que es importante que la ciudadanía valore su aporte a la cultura y a la dinámica identidad del Biobío, entendiendo que el reconocimiento y el respeto a la diversidad cultural es fundamental para el desarrollo social del país”, afirmó Orly Pradena, seremi de las Culturas del Biobío.
Respecto a cómo se gestó esta unión entre texto e ilustraciones, Dillman Cifuentes Fierro, coordinador de la ejecución del proyecto “Mi historia de mundo” y representante de la mesa público-privada Migrantes del Biobío, explicó que “esto nació a partir del libro ilustrado -que lleva el mismo nombre- que trabajando el 2020 y editamos el año pasado, fruto de una labor colaborativo entre Fundación Trabajo para un Hermano y la seremi de las Culturas Biobío, gracias al financiamiento del Programa Interculturalidad e Inclusión de Migrantes y el Plan Nacional de la Lectura, del Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio”.
Palabras a las que completó que “es un trabajo intercultural como una forma de rescatar nuevas maneras o procesos de presentar la misma obra, es decir, decidimos desagregar la variable ilustrador y llevarla al formato galería de arte. Tomamos una ilustración de cada uno de los textos y los ampliamos a un metro por setenta centímetros, y recorreremos cuatro centros culturales de la zona, partiendo en la Ucsc, luego Centro Cultural de Tomé (septiembre), Casa de la Cultura de Chiguayante (octubre), para finalizar en Balmaceda Arte Joven en noviembre”.
Son en total 15 ilustraciones de artistas regionales, las cuales relatan 15 microcuentos de escritores migrantes -provenientes de Perú, Haití, Colombia, Venezuela y Ecuador- que habitan en el Biobío, los cuales se desarrollaron bajo ciertos criterios y que dejaron historias entre dulce y agraz.
“El fenómeno migratorio es muy amplio, por lo tanto, nos ceñimos en este proyecto bajo los criterios que sean personas que por lo menos lleven un año en la Región, además de tener lecto-escritura y que tuvieran la intensión de compartir su historia para elaborar un texto. Los laboratorios donde se creó todo esto -los cuales fueron seis sesiones telemáticas- fueron verdaderos espacios de contención, ya que se dieron historias de índole más dulce, es decir, que llegaron al país por cosas de estudios, como también de personas que se vinieron a Chile con lo puesto y tratando de salvar sus vidas”, detalló Cifuentes.
Acotando que “muchos ocuparon la idea de trasvasijarse en un niño o en un objeto, y también el contar sus historias en tercera persona, sin utilizar sus nombres. Fue interesante en muchos casos el cómo resignificaron su proceso de llegar al país y a la Región”.
En detalle, los y las migrantes participantes de la muestra son Irene Henríquez, Nathalie Saintilme, Clara Flores, Charles Herode, María Paula Feest, Mónica Barros, Ricardo Dervil, Juan Manuel Martínez, Bárbara Arias, Viviana Yepes, Fanny Espinosa, Alfonso Vera, Priscila Bravo, Luis Ochoa e Ivette Robayo.
Mientras que las y los ilustradores fueron Eladio Torres, Andrea Pizarro, Ángela Jarpa, Camila Palma, Esteban Muñoz, Hans Peralta, Javiera Ruiz, Makarena Kramcsák, Natasha San Martín, Pamela Murtilla, Paula Muñoz, Andrés Oliva, Tomás Arrey, Freddy Agurto y Xiomara Montecinos.
Precisamente, estos dos últimos artistas visuales se refirieron a la experiencia que significó el participar de esta inédita instancia y su proceso creativo. “Fue conocer las realidades de quienes llegaron a la zona, darnos cuenta de que eran agridulces sus historias, que la mayoría trató de cerrar con un final feliz, pero queda una sensación entre tristeza y nostalgia. Como que hubo un choque entre sus expectativas antes de llegar al país y con lo que realmente se encontraban, pero que al final de cuentas igual terminaron sintiéndose acogidos y considerando a las personas que conocieron acá como una segunda familia”.