Día de la Danza 2021

Fotografía de Patagón Media

Por Bárbara Bañados Placencia, Intérprete y Profesora de Danza

Hoy 29 de abril se conmemora el Día Internacional de la Danza, quienes pulsamos con ella podemos recordar este día como un día festivo. Donde sea que estuvieses podías encontrar salas de ensayo abiertas para todos, para los curiosos y los viejos, los amantes fieles y los libres, dispuestas a recibir a quien busque ese exquisito momento de muchos cuerpos sintonizando y sudando al mismo son. Y aún más bello, los escenarios se trasladaban a las calles, las plazas y los parques, momento mágico en que el transeúnte se podía deleitar de un sin fin de colores, formas, emociones y reflexiones. Esos eventos nos permitían encontrarnos y reafirmar que éramos un gremio con las mismas necesidades.

Pero el año pasado abruptamente tuvimos que celebrar en confinamiento, una muestra más de la flexibilidad y la enorme capacidad de adaptación que adquieres con la danza. Así como aprendimos a rompernos los codos rodando en las calles, esta vez nos tocó crear, bailar, registrar y editar de manera artesanal. Inundamos las redes de hermosos videos, pudimos apreciar desde un bailarín de flamenco en las calles madrileñas, pasando por un cisne del Ópera en su tina parisina, hasta una mujer en un lenguaje contemporáneo siendo aire, mar y tierra en el potente Chiloé.

¿Y este 29 de abril nos quedan energías para celebrar? Después de un año de sostener la vida, de subsistir en un formato ajeno, de perder lo íntimo y de evidenciar lo precario sería interesante quizás también observar nuestras prácticas.

¿Pese a los múltiples intentos de agruparnos hemos logrado cohesión para la acción? Vemos como tambalean las instituciones culturales y/o educacionales y la máquina económica nos aplasta. Día a día nos enteramos de nuevos despidos, abusos, deslealtades, desvalorización de nuestro trabajo y desintegración de los equipos. Hurgamos un poco más profundo y nos encontramos con oscuridades enraizadas. Palpamos la soledad y la desprotección.

¿Será que nuestra principal característica, la laxitud, nos jugó en contra? Permitimos y nos adaptamos a un sistema totalmente contrario a nuestra esencia bajo la falsa ilusión de la permanencia. Conceptos empresariales inundaron nuestros proyectos y resultaron ser más importante que el texto dramático en esa interminable carrera por la admisibilidad. Cambiamos las tertulias de profunda reflexión político, social y fertilidad artística por el café expreso y ejecutivo donde nos compartimos tips para entender y fortalecer los modelos de gestión. Y ahí más doloroso aún, traicionamos a nuestros creadores para enaltecer a quienes llevan las carpetas.

Quizás la pregunta ahora es cómo seguimos. Personalmente me encantaría escuchar el taconazo del maestro que logra que todo vuelva a su naturaleza, para bailar-crear mirando por la ventana en confianza de que tus derechos serán respetados. No podemos volver a recorrer el camino y debemos aceptar que esta no es una era de cambios, sino un cambio de era. Que, cuando se nos caen a pedazos las certezas es porque debemos cambiar los paradigmas, y que la única manera de no volver a traicionarnos es por medio del análisis, la reflexión y la conversación, recuperando el sentido poético-político de la palabra y del gesto, reencontrar la confianza en tu compañere, y rescatar las simplezas de nuestro oficio que pasan sobre todo por el hacer más que el vender. Sólo entonces podremos salir nuevamente a escena a recibir con humildad el aplauso.